Beata
Mercedes de la Santa + Cruz de
Él-Descanso del Cielo o.m. VMRF
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Mercedes
Celmira Pérez Quesada
Zelmira, en árabe,
“la brillante”
|
Persona refinada, de gran erudición, artista, elocuente, amante de la Naturaleza. De vida turbulenta, convertida a La Obra de la Virgen María Reina de las Flores en sus comienzos (circa 1988). Llevando los últimos 21 años (1996-2017), una vida de oración y dominio de la lengua. Abandonó el mundo y un 15 de diciembre llegó a El Bolsón para llevar una vida de entrega, de paciencia y de amor, en silencio. Sensible y fuerte. Divertida y esencialmente, "humana amante de Dios".
Hermana Anacoreta de la
Misión Virgen María Reina de las Flores.
Caballero de la Orden
del Divino Corazón del Padre de los Cielos, Ejército
de María.
Servidora de la Eucaristía.
Miembro fundador de la Iglesia. Presencia constante en El Descanso del Cielo
hasta el día en que "el viento sopló" y los llevó a los dos. 21 años
de transmutación. La nevada congeló lo que
pudo y el paisaje cambió. Un nuevo ciclo, un tiempo de reconstrucción. Por su
intermedio pedimos por la vida en El Descanso del Cielo hasta el fin de los
tiempos. La Iglesia ruega por el consuelo de sus familiares y agradece que las
cenizas puedan reposar en su tierra amada. Las exequias fueron realizadas por
Monseñor Claudio Páleka, Arzobispo de la Iglesia Mariavita de la Virgen María
Reina de las Flores, con la presencia y participación de La Hermandad de
la Luz y fieles, el 15 de julio de 2017, a la hora 15.00. Finalizando el rito
con la lectura y firma del "Acta de Nominación".
Santuario Catedral del
Padre de los Cielos, Buenos Aires, San Telmo, C.A.B.A. Argentina.
Beatas
Era la denominación que se daba "a
ciertas mujeres que vivían apartadas del mundo, o bien solas, o bien en
beaterios, pequeñas comunidades vinculadas en ocasiones a la tercera orden
franciscana.
El término, en el contexto social se
aplicaba, de forma extendida, a cualquier mujer notable por su devoción y
frecuentación de las iglesias; incluso a las que llevaban hábito sin pertenecer
a ninguna orden religiosa. También a las monjas que realizaban alguna función
para su comunidad.
Beatitud
En sentido lato se llama beatitud el bien
poseído que satisface algún apetito racional del hombre. También se llama así
el estado de felicidad relativo que se goza en la tierra, y a veces el reposo y
la tranquilidad de la vida sin accidentes que vengan a perturbarla.
En sentido lato e impropio esta palabra
puede significar, no ciertamente la exclusión de todos los contratiempos de
esta vida, sino la posesión de un bien relativo, que por el momento preserva de
algunos males y proporciona algunos goces. El nacimiento, la familia, la
inteligencia, la salud, los bienes de fortuna, la posición social, la gloria en
las empresas, &c. suelen ser motivos de beatitud temporal según el mundo.
Nada tienen de sólido, y la verdadera felicidad no se encuentra ni en cada uno
de ellos, ni en todos reunidos. Antes, por el contrario, muchas veces suelen
servir de amargura, de inquietud y de pesadumbre, y en medio de tales goces, el
corazón queda vacío.
Aun en esta vida, la única felicidad más
pura y sólida que puede hallarse, es la unión con Dios por el conocimiento y el
amor, en cuanto se puede adquirir en la tierra. De aquí nace la satisfacción
interior, la tranquilidad de la conciencia, la paz y el gozo que más satisfacen
al corazón.
Pero no es este el sentido verdadero y
propio de esta palabra, sino el de felicidad completa y absoluta, posesión de
todo bien sin mezcla alguna de mal. Esta felicidad solo se goza en el cielo por
la posesión del sumo bien, que es Dios.
Así es, que la beatitud en sentido
estricto, es la felicidad eterna que los justos disfrutan en el cielo por su
unión con Dios. Baste, pues, haber dado esta definición, y expondremos con más
extensión esta doctrina en el artículo Bienaventuranza.
Esta doctrina, considerada filosóficamente,
prueba la excelencia y origen divino de la religión cristiana, al encontrar sus
preceptos y enseñanzas en completa armonía con las exigencias y necesidades del
hombre moral, y con sus incesantes aspiraciones al objeto que constituye la felicidad.
Los que sigan las prescripciones de esta divina religión serán indudablemente
felices, tanto en esta vida como en la futura. Por eso es profundamente
verdadero el dicho de Montesquieu:
«¡Cosa notable! la religión cristiana, que
parece no tiene más objeto que la felicidad de la otra vida, hace también
nuestra dicha en esta.»
(Esprit. des lois, libro 24, cap. VI.)
Godofredo Ros y Biosca, Arcediano de
Valencia.
Las Bienaventuranzas
El pequeño abrió de par en par los ojos y
clavó la mirada en el rostro esplendoroso del ángel; y en el mismo momento se
encontraron en el Cielo de Nuestro Señor,
donde reina la alegría y la
bienaventuranza.
Hans Christian Andersen
Las bienaventuranzas son ocho declaraciones
de bendición dichas por Jesús al principio del Sermón del Monte (Mateo 5:3-12).
Cada una comienza con la frase “Bienaventurados
los. . .” Está en discusión
cuántas bienaventuranzas hay con exactitud. Algunos hablan de siete, nueve o
diez bienaventuranzas, pero el número parece ser de ocho (los versos 10-12 de
Mateo 5 son una bienaventuranza).
La palabra griega traducida como “benditos” (o bienaventurados) significa “bienestar espiritual y prosperidad.” Es una palabra que se refiere al profundo gozo del alma. Aquellos
que experimentan la primera parte de una bienaventuranza (pobreza, llanto, mansedumbre,
hambre y sed de justicia, misericordia, pureza, pacificadores, y persecución),
también experimentarán la segunda parte de la bienaventuranza (el reino de los
cielos, consuelo, la tierra por heredad, saciedad, misericordia, ver a Dios,
ser llamados hijos de Dios, y ser herederos del reino de los cielos). Los
bienaventurados tienen participación en la salvación y entrada al reino de
Dios, experimentando un anticipo del cielo. Otra posible interpretación de cada
bienaventuranza es una exclamación de “Oh, cuán felices [o santos] de. . .”
Las bienaventuranzas describen al discípulo
ideal y sus recompensas, tanto presentes como futuras. La persona a quien Jesús
describe en este pasaje, tiene una cualidad de carácter y estilo de vida
diferente de aquellos que aún están “fuera del reino.” Como
forma literaria, las bienaventuranzas también se encuentran en el Antiguo
Testamento, especialmente en Salmos 1:1; 34:8; 65:4; 128:1, y en otras partes
del Nuevo Testamento (Juan 20:29; 14:22; Santiago 1:12; Apocalipsis 14:13).